jueves, 18 de febrero de 2010

La puerta

Agranda la puerta, padre,
porque no puedo pasar.
La hiciste para los niños,
yo he crecido a mi pesar.

Si no agrandas la puerta,
achicame, por piedad.
Vuelve a la edad aquella,
en que vivir es soñar.

Miguel de Unamuno

La puerta responde

Te agrandaré la puerta, hijo,
así puedes pasar.
Ahora los grandes (con corazón de niños),
y a su pesar podrán pasar.

Por ahora para pasar,
no necesitarás achicarte.
Y así, a tu edad,
también podrás volver a soñar.

lunes, 15 de febrero de 2010

Más allá del camino

Giré mi cabeza y contemplé. Me quedé empalagado mirando hacia el punto que tanto llamaba mi atención. Quería despejar la mirada pero la chispeante luz centellaba mis ojos. Derramé consistentes lágrimas para evitar dormirme en la obligada visión. Di breves vistazos hasta que finalmente me congelé en la suave e intensa mirada.

Era una mirada abstracta, hasta se podría decir que era invisible pero a mi me atrapó, y lo único que quería hacer era dejar mi vista sólo en él. Mis oídos quedaron ensordecidos a pesar de que nada podía escuchar, por mas esfuerzo que realizara. Intenté acercarme un poco para poder tocarlo pero su consitencia no era ni sólida ni colora, así que tuve que conformarme con sentir su ardiente necesidad de no abandonarme por nada. Me puse contento cuando logré olfatear el penetrante y perfumado aroma a protección y paternidad que emanaba continuamente.

En vos se guardaban los mas lindos gestos, como una caja donde se conservan las piedras mas preciosas, pero me resultaba casi imposible comprender tanta perfección y belleza junta. No podía contenerme. Tenía ansias de conocer que era lo que se escondía detrás de todo ese espectáculo, que no parecía humano. Lo único que entendía era que me inspiraba ternura y algo más...

Porque todo esto me causaba alegría y temor me di cuenta que a quien estaba mirando era alguien eterno.


domingo, 14 de febrero de 2010

De la misa al asado

A mamá mucho no le gustaba que de vueltas en la moto de René, en realidad no se a qué le tenía menos confianza si a la moto o a René, con el tiempo me di cuenta de la respuesta.

El Padre Amador llevaba 47 años, 7 meses, 2 días y 5 horas atendiendo la capillita que está en Villa Adelina a 4 cuadras de la estación de tren. No podemos asegurarlo porque no hay documentos que lo demuestren, pero la capilla debe tener 3 veces la edad del cura. Es pelado, usa anteojos con vidrios muy gruesos, tiene panza grande, siempre esta vestido de negro, e gusta comer y tomar vino, y disfruta mucho de las siestas, que en verano las hace debajo de un sauce llorón que está al lado de los nuevos salones que dan a la calle San Martín. Amador casó a nuestros padres, bautizó a mis hermanos, nos dio la primera comunión, también nos confirmó, y espero que sea el sacerdote de mi casamiento.

Creo que solo una vez fui monaguillo y nunca más me llamó, tenía 8 años: volqué el vino en el altar, me reí mucho y hasta me dormí en el sermón que duró, como es habitual, unos 30 minutos, creo que ronqué. Lo más divertido fue la campanita, nunca sonó porque me quedé con la manija en la mano.

Vivía la misa como una pesadilla, quería dejar de ver la cara de Amador y transportarme para ver la cara de René y el paseo en moto que me esperaba. El cura hablaba mucho, era terriblemente aburrido, en la misa eran todos viejos, cantaban canciones viejas y que daban ganas de llorar. Una vez para no soportar a las abuelitas desafinadas cantando esas melodías que no coordinaban ni la letra, me lleve mi walkman y lo prendía al momento de los cantos. Ni me acuerdo que escuchaba, pero era feliz.

La misa de 11.30 era la principal del domingo por eso es Amador aprovechaba para dar esos mensajes inquisidores y moralistas que llevaron a que muchos cristianos dejen la religión. El mejor momento era cuando nos dábamos la paz y por dos razones era mi mejor momento. Una porque faltaba poco para que termine el sufrimiento e irnos a tomar el tren para ir a Bella Vista a comer el asado de todos los domingos. Y segundo, porque aprovechaba para sentarme cerca de una chica que me gustaba y era mi oportunidad para darle un beso.

La chica se llamaba Florencia y yo sabía perfectamente donde vivía.